Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.

Isaías 9:1-7.
       Hay períodos, como la crisis global sanitaria actual por el COVID 19 que estamos viviendo, en los que la angustia y la aflicción nos invade por completo y vemos todo oscuro (Isaías 9:1), nos damos cuenta de lo vulnerables que somos y el riesgo que nos rodea. 
       Dios ha establecido su ley eterna que nada ni nadie puede modificar. (Deuteronomio 12:32. Mateo 24:35. 1 Pedro 1:24-25. Apocalipsis 22:18). 
       En el tiempo del hombre siempre hay un antes, durante y después. 
       El pueblo de Dios, a pesar de tener la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto, las promesas, los patriarcas de los que según la carne, vino Cristo que es Dios bendito por los siglos; no entendió ni conoció que estaba en rebelión contra el Dios santo, justo y bueno; llegaron a practicar el pecado, la maldad y la depravación con normalidad, sin disimulo, (Romanos 9:3-5. Isaías 9:2-4). 
       Había violencia entre los vecinos, los jóvenes no respetaban los ancianos, el villano contra el noble. 
       Sus príncipes fueron jóvenes, los muchachos y las mujeres se enseñoreaban del pueblo, los guiaban con engaños y por caminos torcidos, devoraban sus viñedos y despojaron al pobre para enriquecerse. 
       Las muchachas caminaban con soberbia, provocando la lujuria de los hombres con adornos atractivos y semidesnudas.
       Su mala fe y conducta la arreglaban cumpliendo las leyes ceremoniales, ofreciendo sacrificios, cumpliendo días festivos, por costumbre, sin ningún arrepentimiento, como si nada hubiese pasado, (Isaías 1:10-15).
       Con esa actitud encendieron más la ira del Dios santo, justo y bueno que ya no los soportaba, llegaron al límite. El juicio de Señor venía a su pueblo, la tierra fue destruida, comida y asoladas por extranjeros, las ciudades incendiadas; les quitó: el sustento de pan y socorro de agua, el valiente hombre de guerra, el juez, el profeta, el adivino, el anciano, los capitanes de cincuenta, el hombre de respeto, el consejero, el artífice excelente y el hábil orador. 
       A las muchachas les quitó: sus finos vestidos y las vistió con cenizas; en lugar de maquillajes, adornos y perfumes, rapó sus cabezas, las llenó de quemaduras y de mal olor. 
       Los varones cayeron sin fuerzas ante la espada, el pueblo se llenó de tristeza, luto y por el desamparo se sentaron en la tierra. (Isaías 3).
       ¡Terrible situación! 
       Ahora, ¿Cómo estaba el mundo antes del COVID 19? ¿Cómo está hoy? ¿Qué se espera después?
       Pero no siempre habrá oscuridad. Dios es santo, justo, bueno, decompasivo y clemente; se duele al ver nuestra situación, sufre en su justicia, amor e ira por nosotros.  Hay esperanza de que el Señor quiebre el pesado yugo, la vara del hombro y el cetro de su opresor que esclaviza en el pecado. 
       Cumplió su promesa del nacimiento de un niño que sería el Salvador, un Rey de reyes y Señor de señores, cuyo imperio y paz no tendrían límites, Dios en su celo lo dispuso y confirmó en juicio y justicia desde ahora y para siempre. Entonces vendrá la alegría como cuando hay una abundante cosecha o se ha encontrado un tesoro. 
       El Señor nos llama a lavarnos, limpiarnos, dejar de hacer lo malo; a aprender a hacer el bien, buscar el juicio, restituir al agraviado, hacer justicia al huérfano, amparar a la viuda,.delante de Dios. Luego nos dice vengan, y estemos a cuenta: si nuestros pecados son como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si son rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana, Isaías 1:16-18.
       Así Dios nos restaura, envía en el nombre de Jesús, a su Espíritu Santo para iluminarnos con su palabra, la Santa Biblia, como una lámpara a nuestros pies y una lumbrera a nuestro camino, (Isaías 9:2; Salmo 119:105). Nos hace renacer por medio de ella, (1 Pedro 1:3-5; Santiago 1:18), en el amor, la fe y la esperanza que es en nuestro Señor Jesucristo, su unigénito Hijo, (1 Corintios 13:13; 1 Timoteo 3:13). 
       ¿Es el Señor Jesucristo tú Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz?
       Oremos: Dios Padre santo, justo y bueno, venimos ante ti en el nombre de Jesús Señor nuestro, dando gracias por este nuevo día de vida que nos das, pidiendo que nos hagas renacer conforme a tú Palabra, crecer en tú gracia y el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Amén. 

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