Cristianos con una misión.

Lucas 10:1-12.
       El Señor Jesús programó las ciudades y lugares que visitó. En su plan, entrenó además de los doce apóstoles, a 70 de sus seguidores fieles, para preparar el camino delante de él y los envió en parejas para que se ayudaran y animaran mutuamente con la palabra de Dios y la oración, puestos los ojos en Jesús su Señor que los había enviado a la misión.
       El Señor considera al mundo como un gran terreno cultivado y listo para la cosecha, se necesitan muchos obreros que hagan el trabajo para que no se pierda nada. El cultivo requiere compromiso serio, responsable, cuidadoso en la vigilancia y realización de prácticas nutricionales, sanitarias, instalación y mantenimiento de la infraestructura de soporte para asegurar buenos frutos, recolección y aprovechamiento de los mismos.
       En ese tiempo, como hoy, había bastante gente malvada que se burlaban, chismes, enredaban para hacer caer y dañar a los desconocidos, por eso, el Señor les dio instrucciones precisas y advirtió que tuvieran cuidado, que fuesen prudentes, anduvieran con humildad no presuntuosos sino modestos, sobrios en comida, bebida, palabra, conducta, fe y pureza como fieles y dignos representantes del él.
       El mensaje que llevaron era de paz, salud a los enfermos y anuncio del reino de Dios, no se debían desviar de esta misión ni enredarse en otras cosas que no eran atinentes ni pertinentes a la misma.
       Con el anuncio del evangelio se prepara el terreno en los corazones de la gente para recibir al Señor, 
       Quienes lo reciben gozan de paz, salud, esperanza de la llegada del Señor y del reino de Dios junto con él; no así, a quienes no se arrepienten ni creen, a ellos les queda una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios, Hebreos 10:27. 
       Los misioneros cristianos debemos despojarnos de toda duda, incredulidad, falsas creencias, malas costumbres y mañas que tienen las familias y pueblos que visitamos así como del pecado que nos asedia por dentro y fuera de nosotros, poniendo la mirada en el cielo donde nuestro Señor está sentado en su trono reinando con todo poder a la diestra del Padre, después de haber padecido en esta vida terrenal, Hebreos 12:1-2. 
         Oremos: Dios Padre santo, justo, bueno y soberano, venimos ante ti con humildad en el nombre de Jesús Señor nuestro, dando gracias por tu misericordia y fidelidad en este nuevo día de vida que nos das, te rogamos que nos ayudes a ser fieles a tú mensaje y dignos representantes tuyos en ésta vida temporal, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal, porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

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