La obra de Dios en la formación de su pueblo.
Filipenses 1.1-11.
Los cristianos son hijos, nacidos y formados por Dios y son misioneros, servidores de Jesucristo para formar y organizar nuevas congregaciones, en las que establecen maestros a los que han formado en la sana doctrina, han dado un buen testimonio y madurez en la fe, con el fin de que enseñen a los nuevos creyentes la palabra de Dios y su nueva vida, todo en el nombre de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
La oración personal y colectiva es esencial en la comunión con el evangelio, por medio de ella expresamos a Dios, todas nuestras necesidades, preocupaciones, afanes y ansiedades sabiendo que él es el Pastor y Obispo de nuestras almas.
El culto racional a Dios es vital para que su presencia se derrame entre la congregación, debemos presentar nuestro cuerpo como ofrenda viva al Señor y muertos al pecado con el fin de agradarle, pero no sólo dentro sino fuera del grupo, en todo lugar, sabiendo que él habita en el Espíritu Santo con el cual nos ha sellado en nuestro corazón por medio de la fe y su gracia.
Con nuestro entendimiento, la dirección del Espíritu Santo en el conocimiento de las Sagradas Escrituras y el apoyo de los demás hermanos en la congregación, Dios perfecciona su buena obra en los creyentes.
La vida del misionero cristiano es dura, pero nunca está solo, enfrenta muchas pruebas, adversidades y limitaciones en su labor de defensa y confirmación del evangelio a los participantes de la gracia de Dios que derrama su amor abundante fortaleciendo a sus hijos en familia donde se apoyan mutuamente conforme a los dones que ha dado a cada uno para ese fin.
Así en medio de la prueba, Dios los hace crecer en ciencia y en todo conocimiento para que, en un mundo gobernado por el mal, aprueben lo mejor, sean sinceros sin reprensión delante del Señor, con frutos de justicia que son por medio de Jesucristo para gloria y alabanza de Dios.
Oremos: Dios Padre santo que estás en los cielos, venimos ante ti en el nombre de Jesús, dando gracias y alabando tu santo nombre, porque en medio de las pruebas, adversidades y limitaciones que sufrimos, no estamos solos, tú estás con nosotros y nos fortaleces con tú poder, tenemos todo lo necesario para enfrentar el porvenir con fe, amor y esperanza. ¡Aleluya, amén!
Comentarios
Publicar un comentario