Los débiles en la fe.

Romanos 14:13 y 15:6.
      A los convertidos judíos se les hizo difícil gozar de la libertad en Cristo, por eso juzgaban según la ley de Moisés a los creyentes gentiles, porque comían ciertos alimentos, celebraban o no ciertas festividades y guardaban o no el día de reposo, eso producía el desprecio entre unos y otros. 
      Se les comunica la verdad del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo a los mundanos o engañados, los incrédulos que tratan de ganar su entrada al cielo y a los legalistas que aún tratan de vivir bajo la ley. 
      Las diferencias dentro de la iglesia siempre han existido, porque vinimos de distintos contextos de formación familiar y cultural. Por tanto es inútil cualquier intento de formar una unanimidad absoluta entre los cristianos.
      Sí Dios en Cristo nos ha aceptado y liberado, no nos debemos atrever a menospreciar ni culpar a los hermanos, por débiles, ignorantes o supersticiosos, tampoco ser escrupulosos buscando defectos en los demás. Usurpamos el lugar de Dios cuando juzgamos los pensamientos e intenciones ajenas, que están fuera de nuestra vista.
      Debemos cuidar nuestra conciencia en el pensamiento, conversación y conducta a la luz de la palabra de Dios, guardando nuestro testimonio delante de Dios y no ser tropiezo a los demás, Romanos 14:13.
      La libertad que gozamos los creyentes en Cristo no es para nuestro placer, sino para la gloria de Dios y bien del prójimo, Romanos 15:4-5, Efesios 1:8-10.
      El bien del prójimo no es servir su malvada voluntad ni agradar de manera pecaminosa, porque dejaríamos ser siervos del Señor, Gálatas 1:10. 
      Dios nos dió su testimonio escrito, la Santa Biblia para tener consolación, paciencia y comprensión de las distintas formas de pensar que existen entre los hermanos en la iglesia, en un mismo sentir para dar gloria al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. La Santa Biblia es inspirada por Dios, nos puede hacer sabios para salvación, por la fe que es en Cristo Jesús, útil para enseñar, redargüir, corregir e instruir en justicia para que seamos perfectos, enteramente preparados para toda buena obra, 2 Timoteo 3:16-17.
      Oremos: Dios Padre santo que estás en los cielos, venimos ante ti en el nombre Jesús, para crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, 2 Pedro 3:18, el Cordero inmaculado que es digno de recibir toda la gloria, honra, honor y alabanza, Apocalipsis 5:11-12. Amén.

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