Sólo Cristo.

Salmo 16:1-11.
       Dios miró el corazón de David, lo amó quizá porque era un hombre débil pecador que confiaba en el Señor, nunca fue orgulloso, cuando pecaba, corría con dolor a confesar y suplicar perdón a Dios, confió como un hijo con su papá que lo aconseja, corrige, perdona, protege y guía. 
       Hace más de dos mil años, cuando Dios se hizo verdadero hombre en la persona de Jesús y habitó en esta tierra, sabiendo las aflicciones del pecador, se compadeció como Hijo de Dios, en su carne suplicó protección de su alma, depositó toda su confianza en su Padre que lo envió a anunciar las buenas nuevas a los pobres, sanar a los quebrantados de corazón, pregonar libertad a los cautivos, dar vista a los ciegos, poner en libertad a los cautivos.
       Jesús se complació en recorrer las ciudades y aldeas, enseñando, predicando el evangelio del reino, sanando toda enfermedad y dolencia en el pueblo. Enseñó a los hombres pecadores a vivir en santidad e integridad, amando a Dios con todo el corazón, alma, mente y fuerzas; a no seguir ni servir a dioses muertos, ajenos, vanos y falsos que los deshumaniza y hace enemigos del Dios vivo quien se nos ha mostrado y elegido, es una herencia cuya presencia es hermosa y llena de gozo, produce y es digno de toda adoración, alabanza, bendición, gloria, honor y honra, porque nos mostró su amor cuando fue castigado, crucificado, muerto y sepultado en nuestro lugar por nuestros pecados, pero resucitó porque la muerte no lo pudo retener, ya que su aguijón es el pecado, que nunca cometió, y su poder la ley, que cumplió por completo.
       Hoy desde el cielo, Jesús sentado en su trono a la diestra de Dios, nos aconseja, ayuda, guía por su Espíritu Santo a través de la Santa Biblia para una sana convivencia con Dios y los demás vivientes en un mundo gobernado por el mal.
       Al poner al Señor delante nuestro nada nos va a conmover, ni la muerte porque estamos en la Roca santa y eterna que es Jesús, la palabra de Dios.
       Oremos: Dios Padre santo que estás en los cielos, venimos ante ti en el nombre de Jesús, dando gracias y alabando tu santo nombre por todo lo que has hecho, haces y harás por nosotros, pues tú voluntad es buena, agradable y perfecta para con los que te amamos. Amén.

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