La entrada triunfal y lamento de Jesús en Jerusalén.

Lucas 19:28-44.


       Luego que Jesús explicó con cuidado la verdadera naturaleza de su reino y misión a sus discípulos, se dirigió a Jerusalén sabiendo el sufrimiento que le esperaba, envió adelante a dos a buscar un burro en la entrada de la ciudad.
       El Señor tiene los corazones de todos los hombres bajo sus ojos y en sus manos, los usa como quiere. Entró en Jerusalén con los únicos símbolos de su poder: montado en un humilde burro y ramas de palma, seguido por la multitud de discípulos humildes, sencillos y con cantos de alabanza como su rey, venido en el nombre de Dios, clamando por paz en el cielo y gloria en las alturas.
       Los pseudo líderes religiosos del pueblo, enemigos de Jesús, la palabra de Dios, con soberbia quisieron acallar la alabanza de los humildes que lo reconocen como su único rey de paz en el cielo que se desborda en gloria en las alturas, que al no hacerlo ellos, las piedras clamarían.
       Jesús lamentó el rechazo, que su pueblo no lo reconociera, al menos en ese día de visitación, lo que era para su paz, porque estaban ciegos. En su lamento vio y expresó el castigo que les vendría por su reacción en contra de él, como sus enemigos iban a acorralar y destruir a Jerusalén.
       Charles Spurgeon citó al historiador Josefo en "La guerra de los judíos" en la que describió en detalle como rodearon y cerró por completo Jerusalén, antes de que los Romanos los destruyeran totalmente. Con su libertad de salir de la ciudad, no hubo esperanza de escape para los judíos. Después la hambruna aumentó y devoró a las personas por familias enteras; los cuartos superiores de niños y mujeres que murieron de inanición, las calles de la ciudad estaban llenas de los cadáveres de los ancianos y niños, los jóvenes deambulaban por las plazas del mercado como sombras, todos hinchados por el hambre, caían muertos donde su miseria los alcanzó. Por un tiempo los muertos fueron enterrados; pero luego, cuando al no poderlo hacer, eran arrojados desde las murallas a los valles abajo. Cuando Tito, recorrió esos valles, los vio llenos de cadáveres, y la fuerte putrefacción sobre ellos, dio un gemido y levantó sus manos al cielo, llamó a Dios como su testigo de que esto no era su obra. Con todo, Spurgeon dijo que esto no sobrepasa la destrucción de un alma.
       Y más reciente, las dos guerras mundiales, el holocausto judío en los campos de concentración de los nazis, la guerra fría y en medio oriente. Pero esto no sobrepasa la destrucción de un alma.
       Oremos:
       Dios y Padre santo, leyendo la historia que tú has escrito de tú amor a la humanidad y juicio a los que rechazan sin arrepentimiento, tú benignidad, paciencia y longanimidad, reflexionamos que tú palabra es fiel y verdadera que se cumple en el momento, lugar y circunstancia que has determinado, así también conscientes que todos tenemos que morir y presentarnos ante tú juicio donde se determinará nuestra morada eterna, si el cielo o el infierno; en el nombre de nuestro Señor Jesucristo pedimos, oh Dios, fortaleza para perseverar en la fe, el amor y la esperanza en ti, hasta el final. Amén.

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