Súplica de liberación y dirección.
Salmos143.1-12.
Ningún hombre se justifica ante el juicio de Dios. El justo confiesa su pecado en arrepentimiento y obediencia a la fe, apelando a la justicia y santidad de la verdad del Señor con oración, ruego y súplica.
El tentador siempre persigue y está al asecho del alma del justo, lo hace caer, andar como muerto, en angustia de espíritu y desolación del corazón.
Pero Dios no deja caído al que confía en él, le señala y lo hace reflexionar en la creación que hizo con la palabra de su poder, de lo que no se veía. Lo hace venir corriendo, sediento en su alma, buscando en oración beber del agua de vida en Cristo Jesús Señor nuestro.
La situación es de agonía, vida o muerte. La súplica del alma llena de fe, requiere una respuesta rápida de la misericordia y dirección del Señor, porque los enemigos persiguen sin tregua. Busca refugio, un lugar seguro donde vivir, que está en aprender y hacer la voluntad de Dios.
La rectitud, justicia, misericordia son la tierra hacia donde el Santo Espíritu guía para hacer vivir el alma angustiada de sus siervos, por el nombre de Dios que destruye y hace huir a los enemigos.
Oremos: Dios Padre santo, justo y bueno, nuestra alma está seca como en un desierto, sedienta de tu agua viva. Lava y limpia todo nuestro ser de toda contaminación del mundo que agita nuestros deseos de la carne, los ojos y la vanagloria de la vida. Nos vendimos a la esclavitud del pecado, pero tú nos compraste con la preciosa sangre que derramó en la cruz tú unigénito Hijo, nuestro Señor Jesucristo, para estar a tú servicio sin temor, en libertad, santidad y justicia todos nuestros días. No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, por los siglos de los siglos. Amén.
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