EL PODER DE LAS PROMESAS.

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Su Palabra, alimenta mi alma
(Compendio de ideas).    
Oscar Omar Soler Sánchez
Martes 8 marzo 2022.

EL PODER DE LAS PROMESAS.

¿No ha quedado nadie de la casa de Saúl, para que yo lo favorezca con la misericordia de Dios? Respondió Siba al rey: Aún queda un hijo de Jonatán, lisiado de los pies. 2 Samuel 9:3

El ser humano posee dos singulares poderes con los que puede crear un futuro mejor:
1. Perdonar, nos capacita para libramos de un pasado que no podemos cambiar.
2. Cumplir nuestras promesas, nos ayuda a establecer relaciones estables en un mundo cambiante.
Estos dos poderes usó el rey David cuando mostró misericordia a un descendiente de Saúl (2 Samuel 9.1-13).
En los tiempos de monarquías y dinastías se acostumbraba a eliminar a toda la familia real depuesta. Pero David hizo lo contrario, ¡buscó a un enemigo al cual mostrar misericordia! Porque Dios lo trató con misericordia y nunca olvidó las promesas que hizo a su amigo Jonatán en ese sentido (ver 1 Samuel 20: 12-15; 24: 20-22).
Cuando el rey David se enteró de Mefi-boset, «un hijo de Jonatán, lisiado de los pies», envió a traerlo ante su presencia. Cuando se presentó en el palacio, Mefi-boset con sobradas razones temió por su vida, se preparó para oír su sentencia de muerte pero lo que escuchó del rey fue lo opuesto: «No tengas temor porque a la verdad yo tendré misericordia contigo por amor de Jonatán tu padre. Te devolveré todas las tierras de tu padre Saúl, y tú comerás siempre a mi mesa cómo uno de los hijos del rey». (2 Samuel 9: 7 y 11). ¡Mejor, imposible!

REFLEXIÓN.
Dios ha hecho lo mismo con nosotros. Por nuestra rebelión perdimos todo derecho a estar en el palacio real, pero nos otorga misericordia y piedad (Éxodo 34:6) ¡Nos invita a vivir en su casa y comer de su mesa! ¿Se puede pedir más?
Usemos su perdón y promesas para disfrutar del amor de nuestro Padre.

ORACIÓN.
Te alabo, Padre, porque, fiel a tus promesas, me has tratado con misericordia: y porque a pesar
de no merecerlo, me has invitado a comer a la mesa del Rey. ¿Cómo puedo expresarte, oh Padre,
lo mucho que agradezco este honor? En el nombre de Jesús.

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